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El TLC y la Competitividad

Hace cinco años cuando se terminaron las negociaciones para el Tratado de Libre Comercio entre Estados Unidos y Colombia, el último producto por definirse fue el arroz, la razón fue, evidente, la gran desigualdad que había entre los precios de los dos países debido a las grandes diferencias en los costos de producción y a los altos niveles de subsidio que reciben los arroceros americanos. Nuestra posición, en aquel momento, fue la de cooperar para que no se entorpeciera la negociación a nivel país, dejando muy en claro el gran perjuicio que se le iba a causar al sector arrocero colombiano si no se tomaban los correctivos necesarios para compensar a los productores nacionales y ayudarlos a mejorar su competitividad. Fue en ese momento, que nació el programa AIS como respuesta al compromiso que el Presidente Álvaro Uribe adquirió con nosotros, para colocar a los arroceros colombianos a la par con los arroceros americanos y poder competir en condiciones de igualdad. Han pasado cinco años desde que se adquirió este compromiso y en términos de “competitividad” no hemos ganado absolutamente nada porque el pacto contraído por el Gobierno no han sido lo suficientemente fructíferos para mejorar la infraestructura de carreteras, incrementar las áreas irrigadas, etc. El sector productor en cambio si cumplió, mejorando la productividad, más del 20 %, con nuevas variedades y consiguiendo rebajas sustanciales en los costos de producción a través de la introducción masiva en el uso de agroquímicos genéricos que en los últimos cinco años han rebajado su precio en más del 50%. Como gremio estamos haciendo la tarea y aún esperamos que el Gobierno cumpla con su parte. El nuevo AIS ó DRE no contribuye sustancialmente al mejoramiento de la competitividad del arroz y de los otros cultivos de ciclo corto, por las limitaciones de fondos que tiene, al igual que no llega al grueso de los productores mecanizados, que son los responsables del grueso de la producción de alimentos para la canasta básica de consumo. Tenemos que redoblar los esfuerzos del sector para incrementar la productividad y reducir los costos de producción para competir en el nuevo escenario que imponga el arroz importado. El bienestar del área rural de Colombia que tiene la mayoría de la población menos favorecida está en entredicho y no podemos permitir que se siga creando una mayor desigualdad entre las zonas rurales y las zonas urbanas industrializadas del país.