Mientras los exportadores y dirigentes gremiales celebraban con alborozo en el muelle de Cartagena el primer embarque de productos colombianos a Estados Unidos, en el inicio del Tratado de Libre Comercio, TLC, Gabriel Choperena caminaba tres leguas en busca de un veneno que arrase con las plagas que le cayeron a las cuatro hectáreas de arroz que sembró antes de que llegue la inundación. Rodrigo Sánchez Pérez, por su parte, seguía mezclando varios químicos para que sus vecinos le ayudaran a fumigar con bombas de espalda su pequeño cultivo y Luis Jiménez, con un vetusto tractor rastrillaba la tierra bajo la incertidumbre porque el río Cauca sigue desbordado en la zona del Rabón y podría acabar en minutos todo su esfuerzo. En Majagual, Robert Martínez Monroy y Neimar Estrella, dos medianos agricultores, analizaban las ventajas y desventajas del TLC con relación a sus condiciones técnicas de productividad, luego del examen no hubo celebración. Estamos perdidos dijo Martínez. Sin embargo, en la zona la actividad de preparación de la tierra, asistencia, aplicación de abonos y el movimiento de la obsoleta maquinaria agrícola seguía igual, aunque hay una preocupación generalizada: la falta de vías de acceso no solo para sacar los productos, sino para la movilidad de al menos 250 mil habitantes. En esas condiciones no podemos competir, es como una pelea de tigre con burro amarrado apunta Ezequiel Fernández, un pequeño agricultor de Guaranda, para definir las consecuencias del TLC. Y es que las condiciones son muy precarias para soportar un libre comercio. Gustavo Varón Gutiérrez, director de Fedearroz en la región, señala entre los principales factores negativos que tienen que soportar los arroceros de La Mojana son los siguientes: no hay vías para sacar la producción y la única alternativa es llevar el arroz en canoas hasta Magangué, pagando hasta 10 mil pesos por cada bulto, el viaje demora entre 12 y 15 horas. No tienen distritos de riesgo y drenaje, además, están sometidos a los cambios climáticos que muchas veces traen las plagas que atacan a los cultivos. También señala la falta de infraestructura para secamiento, almacenamiento y molinos para ponerle valor agregado a la producción, la maquinaria es muy vieja, pero reemplazarla sería difícil porque las ganancias de producción no lo permiten, tampoco tienen centros de investigaciones para determinar las enfermedades que le caen a los cultivos. En estos momentos no pueden acceder al seguro de cosecha, pues ninguna agencia de seguro lo hace por el riesgo que tiene la zona ante las constantes inundaciones, porque en los últimos tres años se han perdido los cultivos. Por eso creen que su futuro como agricultores es incierto. Lo hacemos por vocación y por la cultura arrocera, pero desde antes del TLC estamos perdiendo agrego Martínez Monroy. La carretera San Marcos-Majagual, que une la zona sur con el resto de Sucre, no se utiliza hace dos años debido a que el invierno destruyó seis puentes y arrasó parte de su banca dejando incomunicados los municipios de Majagual, Sucre, Guaranda, Sucre y Achí, Bolívar, caracterizados por ser los mayores productores de arroz de la zona. La vía fue destruida antes de su terminación, y a pesar que fue adjudicada a otra firma para su terminación, los trabajos aún no se reinician. Foto: archivo